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letras que cautivan el alma

Poema Triste

 


El amanecer celebró tu alegre sonrisa, y el roció de la mañana cantó tu hermosura, tu belleza se paseó en la brizna matutina y tu voz movió los cimientos de mi corazón… esa voz de tono grave, de sugerente susurro que rasgaba entre la pasión y el amor…

Oh  mujer, la voz sensual que arrullaba mi vida, la voz que arropaba mis sueños, tu voz;  ya no es cómplice de ese amor tierno, amor loco, amor incondicional que floreció a mitad del día de nuestro tiempo, tiempo que escaló el horizonte de nuestros sueños, sueños a medio construir que olvidados quedaron en la desilusión de una canción de amor…

El sol de la vida comenzó su camino al ocaso, permitiendo la llegada de una tarde aturdida  por el sonido de un corazón roto en cientos de partes tan pequeñas como el polvo… polvo que enrojeció  los ojos y empañó la mirada del amado fruto de nuestro grandilocuente idilio… no hay dolor más profundo que una mirada llena de aflicción, temor y desesperanza…

Con tu nombre entre pecho y espalda, la tarde sufrió tu indolencia, y abrazó el vacio que duele el silencio que abrigó los momentos vividos, mientras la lluvia consoladora, gota a gota,  intentó calmar el ramalazo que iba y venía con los recuerdos acuesta…

Inquieta, solloza, lánguida y profunda melancolía, despejó el cielo de nubes blancas para darle paso a la noche… noche que llegó con una niebla cargada de tristeza cubriendo  la tumba de los amantes…

En ocasiones, la noche gime de angustia al no escuchar el susurro de tu voz,  gemidos que cada noche se acortan, se distancian, se disipan y se opacan con alguna sonrisa ajena…

A veces…  a lo lejos… en la distancia, el silbar del viento, llora tu ausencia…

Daniel Navarro
Abril 2014

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